lunes, 4 de agosto de 2014



En la escala más fundamental la energía se transmite en forma discontinua e indeterminista mediante cuantos. En la escala superior este indeterminismo se transforma en determinismo al ser comprendido como un fenómeno estadístico. Esta relación de indeterminación propia de una escala a determinación en una escala superior, mediada por al estadística, puede extenderse a todos los sistemas y procesos de todas las escalas del universo. La estructuración de la materia tiene su principio en las partículas fundamentales, las más pequeñas unidades de la materia. Por su parte, estas partículas son la condensación de la energía primigenia y son centros y orígenes de las fuerzas fundamentales y del espacio-tiempo. En esta escala no funciona la geometría. Tampoco existe un continuo espacio-temporal, puesto que el espacio-tiempo no es preexistente a las cosas, sino que es consecuencia de la interacción de las partículas. Aquellas partículas son tan funcionales que no se encuentran solas, sino que como unidades discretas de las estructuras subatómicas. A partir de ellas la totalidad del universo se ha ido estructurando.


Patricio Valdés Marín



Desentrañando lo ínfimo


Energía discreta

Cinco años antes de que Albert Einstein (1879-1955) enunciara su notable teoría, la de la relatividad especial, y a días de comenzar el siglo XX, el 14 de diciembre de 1900, Max Planck (1858-1947), a pesar de sus propias convicciones, pero a consecuencia de los porfiados hechos empíricos, se había visto obligado a emitir la otra gran teoría que, en el siglo XX, conmocionó la física hasta sus cimientos. Había concluido que contra toda lógica la energía de la radiación de un cuerpo negro está cuantificada y es emitida de forma discontinua, como unidades discretas, es decir, que la energía que se intercambia entre dos cuerpos es en forma celular e indivisa.

Aunque supuso que la discontinuidad reside únicamente en el intercambio de energía entre el cuerpo y la radiación, se comprobó más tarde que el cuerpo no sólo está conformado por unidades discretas que generan lugares espaciales, sino que estas unidades, por el hecho de ser discretas, emiten o reciben energía también como unidades discretas o cuantos de energía, es decir, sin continuidad alguna. Es como una llave de agua: abierta completamente sale un chorro, el que va disminuyendo en la medida que la llave se va cerrando; pero en un punto dado del cierre el agua no seguirá fluyendo como un hilillo cada vez más fino, sino que como gotas muy uniformes y cuya frecuencia irá disminuyendo con cada apriete para cerrar la llave. Tal como la teoría de la relatividad había puesto límite a la velocidad de la relación causal, la mecánica cuántica afirmaba que la relación causal no es continua. El cambio en la escala más pequeña se producía por saltos y no en forma continua. De este modo, se concluía que la energía se transmite en “paquetes” o cuantos (de la palabra latina quantum).

A partir de la mecánica cuántica, el mismo Einstein explicó, en 1918, el fenómeno fotoeléctrico, o más bien, el fenómeno fotoeléctrico explica la mecánica cuántica mejor que el de las radiaciones del cuerpo negro empleado por Planck. Fue por esta contribución, y no por su revolucionaria teoría de la relatividad, que él recibió el premio Nobel. El proceso de absorción de la luz y emisión de electrones es un proceso estadístico, en el cual el átomo captura cuantos luminosos, granos de luz, o “fotones” como él los designó, de cierta frecuencia, y expulsa electrones, y la velocidad de los electrones expulsados no depende de la intensidad de la luz, sino de su frecuencia.

El modelo atómico

La mecánica cuántica se aplicó al estudio de la estructura del átomo, y en el lapso de 17 años –desde 1913 hasta 1930–, se llegó a formular un modelo de átomo que explicaba todos lo fenómenos naturales conocidos relacionados con la física atómica, desde la tabla periódica de Mendeléiev hasta las relaciones de las líneas espectrales de la serie de Balmer. Este esfuerzo de un grupo de notables físicos es un extraordinario ejemplo de deducir la estructura por sus fuerzas y funciones. Así, a partir de las fuerzas fundamentales que se iban observando y midiendo y de los modos como se ejercían, fue posible ir construyendo modelos de la estructura del átomo hasta obtener un modelo final que explica perfectamente bien el comportamiento de dichas fuerzas.

En 1913, Ernest Rutherford (1871-1937), a partir de los datos atómicos del peso, la densidad y volumen del núcleo, y también de la carga eléctrica del núcleo y los electrones, había deducido un modelo planetario, donde el núcleo, mucho más pesado, es orbitado por electrones que giran en su torno, al modo de planetas, y en cantidad igual al número atómico. Sin embargo, el hecho de que la estabilidad de los electrones no pudiera ser explicado por este modelo derivado de la mecánica clásica inspiró a Niels Bohr (1885-1962), ese mismo año, a formular un modelo cuantificado del átomo a partir de la hipótesis de la mecánica cuántica de Planck. Así, a diferencia del planeta, un electrón es una carga eléctrica. Cualquier órbita es concebible alrededor del Sol; en cambio, a los electrones les son permitidas sólo aquellas órbitas que satisfacen, como condición, que el momento de la cantidad de su movimiento con respecto al núcleo sea igual a un número entero del cuanto. Luego, cada órbita electrónica está caracterizada por un número cuántico, y cuando los electrones son perturbados, sólo pueden saltar desde su órbita hacia otra órbita determinada cuánticamente.

Pero el modelo de Bohr no estaba completo. En 1915, Arnold Sommerfeld (1868-1951) probó que las órbitas descritas por los electrones son elípticas. Después, en 1920, George Eugene Uhlenbeck (1900-1988) y Samuel Abraham Goudsmit (1902-1978) encontraron que el electrón tiene un momento rotatorio que es tanto cinético como magnético y que denominaron “spin”. Más tarde, en 1925, Wolfgang Pauli (1900-1958) postuló el principio de exclusión: la presencia de un electrón en su estado cuántico excluye la presencia de todo otro electrón en el mismo estado.

Onda o corpúsculo

A todo esto, la mecánica cuántica de Planck contradecía la mecánica ondulatoria de la luz de Maxwell. Para aquélla, la luz está constituida por corpúsculos, puesto que puede ser localizada por medio de una observación, y explica fenómenos como los efectos fotoeléctrico (emisión de electrones de un metal cuando incide sobre éste radiación electromagnética), comptiano (aumento de la longitud de onda de los rayos dispersados por átomos livianos) y ramaniano (el choque de fotones de luz visible contra moléculas o átomos de un medio difusor está acompañado de una variación de frecuencia), en tanto que la mecánica ondulatoria había demostrado que la luz se desplaza en forma de ondas, puesto que posee un conjunto de velocidades y posiciones posibles, y explica los fenómenos de interferencia, difracción y polarización.

Sin embargo, esta contradicción, onda versus corpúsculo, es solamente aparente. Para Louis de Broglie (1875-1960), en 1924, no se trató de “corpúsculos u ondas”, sino de “corpúsculos y ondas”. La onda representa el aspecto continuo de los fenómenos naturales; el corpúsculo, en cambio, representa su aspecto discreto. En el átomo de Bohr las órbitas permitidas son las únicas órbitas para las que las descripciones del electrón como onda y partícula son consistentes. Una órbita “no permitida” puede ser una en que la onda encaje, pero el corpúsculo se mueva demasiado rápido para permanecer en órbita. A la inversa, puede ser que el corpúsculo sea estable, pero la onda no encaje un número parejo de veces. La trayectoria de una onda es pareja si su perímetro es igual a un múltiplo entero de la longitud de onda, permitiendo a la onda asociada al electrón encontrarse después de cada recorrido en la misma fase. Sólo cuando los dos puntos de vista son consistentes, es decir, cuando la órbita del corpúsculo es estable y la onda es pareja, se consigue una órbita permitida. Así, las órbitas de Bohr son aquellas para las que no constituyen ninguna diferencia si el electrón es un corpúsculo o una onda. Es precisamente este carácter estacionario que permite la coexistencia de los dos fenómenos aparentemente irreductibles: el estático del corpúsculo y el vibratorio de la onda.

Puesto que no existe en el universo ningún corpúsculo en reposo, en todas partes donde hay materia hay también ondas. Afirmar que la energía de un corpúsculo es proporcional a su frecuencia (para Einstein) es lo mismo que afirmar que tal energía es inversamente proporcional a su longitud de onda (para de Broglie). Diríamos que la energía es una magnitud cuantificable únicamente como producto de ella por el espacio-tiempo, pues lo que es cuantificado es el intercambio de energía en el espacio-tiempo. Luego la energía se comporta en el tiempo y el espacio respectivamente como corpúsculo de una particular frecuencia o como onda de una particular longitud. En consecuencia (y esto es importante), diríamos que el tiempo y el espacio no son magnitudes continuas como se tiende en general a suponer.

Erwin Schrödinger (1887-1961), en 1926, imaginó el cuanto de luz, o fotón, ya no como una partícula, ni como una partícula en el seno de una onda, como De Broglie supuso, sino únicamente como una onda. Al fin y al cabo Planck había ya identificado la energía con la onda con la expresión E = h v, donde h es la constante universal de Planck y v es la frecuencia de la onda. El problema que Schrödinger dejó sin resolver se refiere a que una onda sin partícula es irreal.

Probabilidad y estadística

Ese mismo año de 1926, Max Born (1882-1970) apuntó a una salida para este problema. Supuso que la onda carece de realidad y que, por lo tanto, no es portadora de energía. La onda es simplemente un medio de describir el movimiento corpuscular. La amplitud de onda, que mide la intensidad de la luz, se relaciona con una cantidad de fotones, de modo que mide la cantidad de fotones presentes en un punto dado. La probabilidad determinada por la onda de la presencia de una cantidad de fotones es la que se propaga en forma de onda en el espacio-tiempo. La función de las ondas asociadas a los corpúsculos no es la de transportar cualquier cosa que sea, incluida la energía, pero sí la de medir la probabilidad más o menos grande de la presencia en el tiempo y el espacio de los corpúsculos. Su única realidad es figurar en las ecuaciones de Schrödinger y las matrices de Heisenberg. La interpretación probabilística de Born a la mecánica ondulatoria modificó las nociones de onda y partícula y le dio un nuevo sentido. La onda carece de realidad física y sólo es el símbolo de lo que sabemos sobre el corpúsculo. En tanto éste ha dejado de tener una posición bien definida y sólo posee una probabilidad de presencia. Las nociones de velocidad y trayectoria, características del clásico corpúsculo, se esfumaron.

El hecho de que la energía, en su forma fundamental, no se transmite en forma continua y la interpretación probabilística de Born condujeron a continuación a Werner Heisenberg (1901-1978) a formular, en 1927, la hipótesis de que la emisión de radiaciones es un fenómeno estadístico. Una vez conocido el estado de una partícula, sólo cabe definir la probabilidad para su ubicación, pues en la escala microscópica del átomo cualquier medición que se haga implica perturbar el objeto medido. La imposibilidad de determinar simultáneamente y con precisión la posición y la velocidad de una partícula subatómica es conocida como “el principio de indeterminación de Heisenberg”.

Siguiendo a Heisenberg, sugiero que en un esquema fenomenológico los sistemas y procesos son descritos en términos de hechos a una escala mayor, y medibles directamente; en un esquema cuántico los acontecimientos son particulares y requieren, para su formulación, la noción de cuantos. Para pasar del segundo esquema al primero se debe utilizar la estadística; pero mediante ésta se pasa de una escala a otra mayor, desde un conjunto de unidades discretas separadas o cuantos hasta un proceso continuo. El indeterminismo ocurre en todas las escalas, pero su determinación se resuelve el una escala superior mediante la estadística. El problema de la mecánica cuántica es que en su propia escala, la más fundamental de todas, no existe una resolución estadística de fenómenos cuánticos de escala inferior. Esta conclusión obliga a abandonar el indeterminismo en las situaciones particulares, pues, si la transmisión de energía, que es la forma cómo se produce la relación entre causa y efecto, no es a través de un flujo continuo, sino de cuantos, en la escala de los cuantos no hay necesidad de que a tal o cual cuanto deba en tal o cual momento ser transmitido.

En las coordenadas tetradimensionales (las tres dimensiones espaciales más el tiempo como cuarta dimensión) la longitud de onda de una partícula de energía es inversamente proporcional a su frecuencia si la velocidad no varía. Pasando a una escala mayor, una cantidad de partículas individuales y discontinuas se aúnan en flujos que a ese nivel superior aparecen como continuos al ser la probabilidad de que cada partícula actúe de una cierta manera incluida en una estadística del comportamiento de numerosas partículas.

Partiendo de la relación entre la energía y el impulso de una partícula, Paul Dirac (1902-1984), en 1930, formuló una ecuación de la onda asociada al electrón que satisface la teoría de la relatividad que exige una simetría de las coordenadas espacio-temporales. Trabajando en los spines no relativistas de Pauli, encontró una ecuación relativista que describe al electrón, explicando su spin como un fenómeno relativista.

Con ello termina un capítulo histórico para desentrañar la estructura del átomo. Este proceso de develamiento significó apartarse de las descripciones propias de la escala macroscópica de la mecánica clásica de corpúsculos, velocidades y posiciones, reconocer la imposibilidad de observar directamente aquel mundo microscópico y simbolizar matemáticamente toda aquella realidad inescrutable. El paso siguiente dado por la física fue desentrañar la estructura del núcleo atómico y determinó que sus unidades discretas son las partículas fundamentales, estructuras básicas que ya no están compuestas por unidades discretas de energía, sino que son condensaciones de energía.


Lo fundamental


Tensiones científicas

Einstein había establecido en su teoría de la relatividad, como un hecho principal de ella, la convertibilidad entre masa y energía. Los experimentos posteriores demostraron que cuando la energía se condensa en masa y carga eléctrica, toma la forma de partículas subatómicas. Los físicos atómicos y nucleares, trabajando con detectores de rayos cósmicos y con poderosos aceleradores de partículas para romper núcleos atómicos, han llegado a encontrar un nutrido y creciente espectro de más de doscientas partículas subatómicas distintas, constituyendo un complejo sistema de combinaciones y de estados con diferentes grados de estabilidad. La descripción de esta estructura extraordinariamente compleja es una tarea en la que están empeñados una multitud de científicos, quienes, aunque cuentan con enormes recursos económicos suministrados por las potencias económicas y militares que buscan el poder y el prestigio, son los dignos sucesores de una brillante tradición. Lo que merece ser destacado es que la estructura del complejo espectro de partículas subatómicas apunta a la estructura fundamental del universo, a partir de la cual todas las estructuras de escalas superiores derivan, incluyendo algunas escalas más pequeñas que el átomo, considerado erróneamente en la antigüedad (por Leucipo y Demócrito) como la partícula fundamental e indivisible de la materia.

El desarrollo del conocimiento más básico de la materia no ha estado desprovisto de graves tensiones entre los científicos. La mecánica cuántica es muy distinta de la teoría de la relatividad. Las ideas de Heisenberg, publicadas en 1927, de que la emisión de radiaciones es un fenómeno estadístico, produjeron desasosiego en el mundo científico, y actualmente ellas siguen oponiéndose a un entendimiento unificado del universo en cuanto a emplear una sola concepción de campo. Bohr prefirió reemplazar la noción de incertidumbre de Heisenberg por la de ambigüedad, cosa que Einstein no pudo aceptar, pues para él los conceptos deben tener una relación no ambigua con la realidad si se quiere ser objetivo. Ha llegado a ser un lugar común su afirmación de que “Dios no juega a los dados con el universo” para indicar que no podría haber indeterminismo en la causalidad del universo. También es muy conocida la réplica Bohr: “¡Alberto! ¡Deja de decirle a Dios lo que tiene que hacer!”

Para entrar en esta discusión se deben aceptar dos aspectos del principio de incertidumbre. Por una parte, una partícula subatómica no debe ser considerada simplemente como un minúsculo corpúsculo ni tampoco es elemental. Por otra parte, como ya señaló Heisenberg, en la diminuta escala de las partículas subatómicas, en forma alguna disponemos de los medios para observar directamente una partícula sin afectarla, y sólo las conocemos por sus efectos. Si a escala cuántica, donde se produce el fenómeno del electrón, decimos que existe incertidumbre o ambigüedad, o como quiera llamárselo, es por la imposibilidad de aplicar la óptica de la escala humana. Pero admitiendo que nuestra óptica es limitada para penetrar en estas minúsculas escalas, el conocimiento del electrón y de las otras unidades discretas en la misma escala permitiría ser objetivo y tener certeza, aunque no directo.

Simetría y estabilidad

Los experimentos han comprobado que las partículas subatómicas, respecto a la carga eléctrica, se dan en pares simétricos y contrarios. En 1928, Dirac había predicho que el electrón debía tener una antipartícula correspondiente, el positrón. Poco después se demostró experimentalmente la existencia de los positrones. En el curso de investigaciones posteriores se descubrieron los pares eléctricos de numerosas partículas, con lo que la estructura de las partículas apareció simétrica, al menos en lo referente a las cargas eléctricas. Al margen de consideraciones estéticas, la importancia de la simetría es doble: primero, cuando se une una partícula con su antipartícula éstas se aniquilan mutuamente, disolviéndose en la nada, pero liberando una enorme cantidad de energía, y segundo, cuando una cantidad de energía semejante llega a condensarse, se crea un nuevo par de partículas. Así, los electrones y los positrones pueden crearse y aniquilarse mediante absorción o liberación de energía, respectivamente. Pertenece a la ciencia ficción la creencia de que la antimateria puede incluir la masa en calidad de antimasa.

En cuanto a la estabilidad de las partículas, ésta varía desde lo indeterminado para algunas hasta lo extraordinariamente efímero para otras, de modo que unos pocos tipos de partículas extraordinariamente estables existen corrientemente en nuestro más frío universo del presente. Las partículas estables en el tiempo son el fotón, los neutrinos, el electrón y el protón. El neutrón, que sufre una desintegración beta a los 1013 segundos en promedio de su conformación, permanece sin embargo estable mientras permanezca a buen recaudo formando parte de algún núcleo atómico. Gracias a la estabilidad de estas partículas, las cosas del universo tienen existencia como cosas y de ahí podemos hablar del ser.

Partículas subatómicas

Lo que las partículas tienen generalmente en común son dos condiciones: 1. Tener una serie de propiedades: masa, carga eléctrica, simetría, junto con los cuatro índices o cifras cuánticas reconocidas por la mecánica cuántica: extensión, forma, orientación y spin (movimiento angular que posee la partícula cuando está en reposo). 2. Respecto a la carga eléctrica, crearse, junto con su par, a partir de energía, y aniquilarse, junto con su par, disolviéndose en energía.

A la fecha, son más de doscientas las partículas subatómicas que han sido descubiertas por el análisis de los rayos cósmicos y a través de los aceleradores de partículas que tienen por objeto destruirlas y, en una cámara de burbujas, observar y medir los restos de las colisiones, muchos de los cuales son extraordinariamente efímeros. En esta actividad que consume tanto gran cantidad de energía como enormes recursos económicos los físicos han descubierto muones, piones, hiperones, mesones, mesones K, bosones, bariones, taquiones, conformando un complejo y caótico sistema de partículas.

Ya en 1964, Murray Gell-Mann (1929-), buscado dar un panorama más unificado y ordenado en este enorme caos, sugirió que las partículas se reducen a quarks y leptones. Ahora se cree que se reducen a seis quarks (arriba, abajo, extraño, encantado, superior e inferior, nombres que evocan una era psicodélica), seis leptones (electrón, mesón mu, mesón tau y tres neutrinos) y tres de las cuatro fuerzas físicas: las fuerzas nucleares fuerte y débil y el electromagnetismo. Asimismo se cree que los quarks son los bloques de construcción fundamentales de la materia. Éstos se mantienen unidos por unas partículas denominadas gluones. Los quarks y los gluones unidos formas hadrones, habiendo dos tipos: protones y neutrones. Ambos conforman el núcleo de los átomos. También son hadrones los bariones (partículas cuyos productos de desintegración incluyen un protón), como los mesones (pión y kaón), de masa 2. Esta agrupación de partículas es llamada el Modelo Estándar y distingue a tres grandes familias: electrónica, muónica y tauónica. Cada una comprende cuatro miembros: dos quarks y dos leptones. Uno de estos leptones es un neutrino. Los neutrinos, en particular, no tienen ni masa ni carga eléctrica, por lo que no ha sido posible detectarlos directamente, pero su existencia se puede verificar por sus interacciones con las otras partículas. Los miembros de las dos últimas familias se forman muy raramente en la naturaleza. Se los fabrica artificialmente en el laboratorio y, salvo los neutrinos, su existencia es muy breve.

La idea de los quarks proviene de considerar a las cargas eléctricas, no como unidades enteras, sino que como fraccionarias, de modo que combinando dos quarks para los mesones o tres para los bariones se obtienen las conocidas partículas con carga eléctrica entera. La teoría quark está, en el presente, en sus inicios, y falta mucho para llegar a una teoría que satisfaga plenamente la realidad de las partículas fundamentales. Se requeriría un acelerador gigantesco para poder llegar a conocer experimentalmente las partículas fundamentales. No obstante, no han faltado teorías bastante curiosas para llenar el vacío de conocimiento, como la teoría de las supercuerdas que incluye una multiplicidad de dimensiones distintas. Esta teoría ha sido complementada con la teoría M que comprende unas superficies llamadas membranas o simplemente ‘branas’.

Sea como sea la realidad de las partículas más fundamentales de todas, es posible que en el conjunto de las partículas subatómicas se puedan distinguir más de dos escalas de magnitud que las estructuren, siendo algunas partículas de escalas más pequeñas partes de partículas de escalas mayores, y siendo las partículas de la escala más pequeña a todas las partículas fundamentales. Éstas no estarían compuestas por partículas de escala más pequeña todavía, sino únicamente por energía y pertenecerían a ciertos estados estacionarios de la estructura fundamental del universo. El principio subyacente es que esta estructura fundamental sería la que sostiene el andamiaje estructural de absolutamente todo en el universo. El problema es determinar cuáles son precisamente las partículas fundamentales de las que se conocen y cuáles quedan por descubrir. Es probable que tanto el fotón como los neutrinos sean partículas fundamentales, pero no se podría decir lo mismo del electrón y de su contra parte, el positrón, considerando que contienen tanto masa como carga eléctrica. Ambas funciones podrían responder a partículas fundamentales distintas.

En búsqueda de la simpleza

La heterogeneidad de las partículas subatómicas constituye un caos que ni el Modelo Estándar de Gell-Murray logra ordenar, careciendo de la elegancia y la sencillez, que serían supuestamente las características esenciales de una teoría unificadora. Además se sospecha que es una teoría al menos incompleta, pues no se ha llegado al límite de lo ínfimo, faltando probablemente la construcción de un super-colisionador de partículas que logre detectar las partículas más fundamentales, pertenecientes a una escala aún inferior. Es como la frustración de un niño chico que rompió su juguete para saber cómo funcionaba, pero se encontró que el mecanismo no era mecánico, sino que electrónico. Al parecer, la unión de la masa con la carga eléctrica se efectuó poco después del big bang absorbiendo ingentes cantidades de energía en la escala fundamental.

Imbuidos en el deseo de desentrañar lo fundamental de la materia en la suposición de que ello trata de lo ínfimo y, por tanto, de llegar a determinar las partículas subatómicas mínimas y fundamentales, no debemos perder de vista que el universo entero se reduce a cuatro componentes básicos: masa, carga eléctrica, energía y velocidad. Estos componentes se relacionan entre sí. La famosa ecuación einsteniana E = mc² combina tres de ellos. En forma paralela la carga eléctrica, que es otra forma de concentración de energía, combina también los componentes, exceptuando la masa, según se desprende de la ley de Coulomb y de las ecuaciones de Maxwell.

De manera hipotética y sólo con el objeto de poder visualizar un camino posible de estructuración de la materia fundamental, podríamos suponer que si la existencia de las partículas ínfimas se da en la escala más fundamental de todas, el binomio electrón-positrón pertenecería a una estructura de una escala superior a la fundamental, la que sólo aparecería tras la emergencia de un par de cargas eléctricas de distinto signo. Esto es, estas cargas eléctricas, que podrían estar incluso fraccionadas, según la teoría de Gell-Mann, en combinación con sus respectivas masas, provendrían probablemente de las partículas más fundamentales de todas, pasando a una escala superior. Para completar esta estructura de 2º orden, se debería incluir tanto un par de partículas de intercambio que pudieran ejercer una fuerza para unir las cargas eléctricas fundamentales de distinto signo con sus correspondientes masas fundamentales como las mismas masas. Tanto el par de cargas eléctricas como las correspondientes partículas masivas fundamentales y las partículas de intercambio provendrían de la condensación fundamental de la energía.

Puesto que esta primera estructura electrón-positrón resultaría inestable, debería pasar a una escala aún superior. Allí el positrón, aún vinculado estructuralmente al electrón, se estructuraría como protón al ser integrado a la masa. Las estructuras emergentes serían nucleones, es decir, protones y neutrones. En efecto, se ha teorizado que cuando el universo poseía una temperatura sobre unos diez mil millones de grados, la agitación térmica era tal que la fuerza nuclear no era efectiva para conformar núcleos atómicos. La materia entonces era un desorden homogéneo de nucleones, electrones y neutrinos, gobernados por la fuerza débil. Los neutrinos se intercambiaban entre los nucleones, transformándolos continuamente de protones a neutrones y viceversa. La densidad de la materia a esa temperatura hacía que ésta fuera opaca a los neutrinos.

Al seguir expandiéndose el universo y disminuir la temperatura por bajo los diez mil millones de grados, los neutrinos dejaron de interactuar con los nucleones, y comenzó a efectuarse la nucleosíntesis. Empezaron a aparecer átomos de hidrógeno con un núcleo atómico conformado por un protón. El electrón en esta escala adquirió una función diferenciada, como es la de conformar una órbita electrónica en torno al núcleo. Esta estructura atómica, perteneciente a una escala aún superior, llegó a alcanzar la gran estabilidad conocida del hidrógeno.

Posteriormente, ya en e ámbito estelar, los átomos más complejos se estructuraron a partir de este primer átomo, sumando más binomios protón-electrón y adicionando neutrones en este proceso. Para estructurar un neutrón un protón pudo incorporar un electrón en su propia estructura, por la que se llegó a conformar la estructura del neutrón, funcionalmente distinta. En este caso, la atracción que ejercen las cargas eléctricas contrarias facilitaría la generación de esta estructura. No obstante, una partícula particular, que no tuviera ni masa ni carga, como es el caso del neutrino, debió ser necesaria para que actuara como partícula de intercambio y mantuviera a esta estructura cohesionada.


Paralelismos


Masa y carga eléctrica

La energía no tiene existencia por sí misma, sino que es un principio que es común a toda la materia. Tiene existencia porque es mediatizada por la masa y la carga eléctrica. Ella es una propiedad de la masa y de la carga eléctrica en dos sentidos. 1º La energía no sólo es intercambiable con la masa, según la teoría especial de la relatividad, sino que también de ella surge el par de cargas eléctricas de signos contrarios y en ella este par se disuelve cuando se vence la resistencia de la repulsión entre las cargas. 2º Para ejercer fuerza un cuerpo requiere de esta propiedad. Incluso el fotón, que es energía, no puede ser identificado con la energía pura, pues es una partícula que la mediatiza de modo cuántico según una determinada longitud de onda y una determinada frecuencia, las que determinan que pertenezca a los fenómenos electromagnéticos, teniendo además la particularidad de transportarla a la velocidad de la luz. La energía mediatizada por la masa y la carga eléctrica resulta en funciones específicas que se presentan en fuerzas. La masa posee dos tipos específicos de funciones: la inercia y la fuerza de gravedad, y la carga eléctrica posee la fuerza electromagnética que posee dos signos antagónicos.

Entonces un cuerpo no es sólo masa. La materia se presenta también como carga eléctrica. Estas manifestaciones de la materia producen fuerzas correlativas. Siempre que la materia esté considerada como masa, está referida a las fuerzas gravitacionales y genera un campo gravitacional. Pero si la materia está considerada como carga eléctrica, está referida a las fuerzas electromagnéticas y genera un campo electromagnético. Puesto que estas dos fuerzas generan campos de alcance infinito, éstas son decisivas en la estructuración de la materia en todas sus escalas posibles.

Partiendo de la base que el tiempo y el espacio son productos de la interacción de las partículas fundamentales de masa y carga eléctrica, dichas partículas deben ser puntos atemporales y adimensionales, siendo condensaciones de energía que se comporta naturalmente según leyes contenidas en la misma energía.

En el estudio de las partículas subatómicas, se observa que la materia se presenta activa de otras maneras. Así, si la materia está considerada como núcleo atómico, está referida a la fuerza llamada “nuclear fuerte” que mantiene a los protones y neutrones firmemente unidos en el núcleo atómico, dándole estabilidad y evitando que los protones, por poseer el mismo tipo de carga eléctrica, se repelan entre sí y tiendan a separarse. El radio de acción de esta fuerza es de corto alcance. En las reacciones en que intervienen leptones (electrones, positrones, neutrinos y muones), aparece una nueva clase de interacción que es más débil que la fuerza electromagnética, aunque muchísimo más fuerte que las fuerzas gravitatoria y de alcance muy corto. Se la conoce como “interacción débil”.

También pudiera ser considerada, además de las cuatro fuerzas mencionadas, una fuerza que estaría actuando en la escala fundamental, que daría cuenta de la unión de la masa con la carga eléctrica, pues es claro que una carga eléctrica no puede existir sin estar asociada a masa. Esta fuerza debiera ser poderosísima, pues tanto los electrones como los protones son extremadamente estables. Ambos poseen masa y carga eléctrica, y son también las partículas que siempre aparecen después de la desintegración de partículas con mayor masa. Hasta ahora no se ha construido algún acelerador de partículas lo suficientemente poderoso como para desintegrarlos y separar la masa de la carga eléctrica.

La estructura del átomo, por la cual éste es tan funcional para combinarse con otros átomos y formar moléculas, contiene, como sus propias unidades discretas, ambas formas de la materia fundamental, esto es, masa y carga eléctrica. Por la funcionalidad de los átomos las moléculas son estructuras altamente funcionales. Ello permite la estructuración de la materia en escalas cada vez superiores.

Vimos ya que adicionalmente a la masa, la materia que se condensa a partir de la energía es también carga eléctrica. Ésta no está vinculada en modo alguno con la masa, sino que con la energía. No obstante, el paralelismo que existe entre la masa y la carga eléctrica con respecto a la energía es tan grande que permite la conversión entre la energía mecánica y la energía eléctrica. Ello es posible porque una buena parte de las partículas que componen un mismo cuerpo poseen masa y carga eléctrica a la vez. No todas ellas, sin embargo, tienen la capacidad para adquirir carga eléctrica. Así, el neutrón es una partícula que sólo tiene masa, pero nada de carga eléctrica (el neutrón se desintegra en un protón, un electrón y un neutrino, por lo que la carga positiva del positrón del protón emergente anula la carga negativa del electrón que aquél contiene); el electrón tiene carga eléctrica y una mínima masa, y el fotón y los neutrinos son partículas que no tienen ni masa ni carga eléctrica. La diferencia entre masa y carga eléctrica es representada mejor con relación al peso y al número atómico de los átomos; así, el peso atómico se refiere a la masa de un átomo, en tanto que su número atómico representa su carga eléctrica; y el peso atómico duplica generalmente el número atómico.

Mientras la fuerza de gravedad, que es el objeto de la física clásica, explica la funcionalidad de la masa, las otras tres fuerzas fundamentales conocidas –la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte o corta– son el objeto de la física cuántica, de la física nuclear, de la electricidad y la electrónica, y explican la funcionalidad de la carga eléctrica.

La carga eléctrica puede tener valor positivo o negativo. La carga eléctrica de un cuerpo en sí es estable, pero aparece cargado positiva o negativamente cuando se relaciona con otro cuerpo. En realidad, la ley de la fuerza electromagnética se diferencia de la de gravedad porque se refiere a cargas eléctricas en vez de masas y por la propiedad de los signos de las respectivas cargas eléctricas. Ella establece que es la fuerza que atrae o repele directamente dos cuerpos cargados eléctricamente, según tengan respectivamente cargas eléctricas de signo opuesto o igual, con una intensidad inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa. La designación de estas cargas como positivas o negativas es puramente convencional. La magnitud y la distribución de la carga eléctrica de un cuerpo dado están determinadas por sus formas geométricas, por su vecindad a otros cuerpos cargados eléctricamente y por la tensión eléctrica.

El movimiento de las cargas eléctricas es la corriente eléctrica y consiste en un flujo de electrones. Éstos son partículas subatómicas que tienen una pequeña masa (1/1838,65 del neutrón) y que están cargadas negativamente con una apreciable carga eléctrica. La intensidad de la corriente es la cantidad de cargas por unidad de tiempo que contiene la corriente. La tensión es igual al diferencial de carga entre dos cuerpos. Toda carga eléctrica en movimiento no rectilíneo y uniforme emite constantemente energía en forma de radiación con una frecuencia que puede tener cualquier valor. También el movimiento de los electrones genera la aparición de un campo electromagnético, análogo al campo gravitacional que genera la masa. Tal como este segundo campo, el mantenimiento de este primer campo no demanda energía adicional. A través del campo electromagnético, la energía puede ser inducida y afectar a otro cuerpo, siendo los requerimientos energéticos del cuerpo inducido igual al consumido. La fuerza eléctrica es análoga a la fuerza mecánica. Pero en lugar de la aceleración mecánica, aparece la variación de la intensidad de la corriente por unidad de tiempo, y en vez de la masa, figura el coeficiente de autoinducción que está ligado con la aparición y la variación del campo electromagnético.

Mientras la masa convierte la energía primordial de la expansión del universo en fuerza gravitacional (ver capítulo 3), la carga eléctrica convierte usualmente la energía que se puede obtener de la fuerza de gravedad en fuerza electromagnética.

La fuerza electromagnética es ejercida únicamente en función de la carga eléctrica de la materia. Se ejerce directamente por el intercambio de partículas con carga eléctrica, o por inducción a través del campo electromagnético. Como lo es para el caso de almacenar energía en la masa de un cuerpo, es posible la acumulación directa de la energía eléctrica, siempre que el cuerpo se mantenga completamente aislado de otros cuerpos. Pero a diferencia de la masa, que adquiere energía en función de la velocidad, la carga eléctrica en sí no es capaz de acumular energía. Puesto que algunas partículas fundamentales tienen masa y carga eléctrica a la vez, la acumulación práctica de energía aprovecha la masa de las partículas cargadas eléctricamente, como es el caso de la energía electroquímica. Además, la fuerza electromagnética puede aprovechar la fuerza gravitacional de una partícula con masa y carga eléctrica a la vez para producir el efecto magnético. Este es utilizado en motores eléctricos y en tecnologías que emplean el campo electromagnético generado, como en el caso de vehículos que levitan en forma magnética, contrarrestando la fuerza de gravedad al igualar la acción de esta fuerza con la fuerza electromagnética.

Si la masa es producto de la condensación de energía, la carga eléctrica es producto de la energía que, al momento de generarla, produce simultáneamente una carga eléctrica de signo contrario. La denominación de antimateria se debe referir únicamente a la forma que adquiere la materia con las cargas eléctricas, y de ninguna manera a la forma que ésta adquiere con la masa. La masa no tiene antimasa. La materia de carga eléctrica de un signo tiene su correspondiente antimateria de signo contrario. Ambas formas de materia se anulan cuando colisionan, cuando ocupan el mismo espacio al mismo tiempo, liberando gran cantidad de energía, que es la misma que se requirió en primer lugar para separarlas. De este modo, si la masa puede convertirse en energía, desapareciendo, la carga eléctrica se convierte en energía cuando es obligada a unirse a una carga eléctrica de signo contrario, mientras desaparecen ambas cargas eléctricas.

En el caso de la masa la aplicación de la fuerza (gravitacional y/o inercial) no sólo altera el movimiento de un cuerpo, sino que produce una alteración en el cuerpo mismo. La fuerza transfiere la energía desde el cuerpo causa al cuerpo efecto transformando a ambos, ya sea alterando la dirección y sentido del movimiento o cambiando internamente a los cuerpos. La relación causal producida por la aplicación de la fuerza es más amplia que la alteración del movimiento. Del mismo modo como la estructura se presenta como una entidad que incluye tanto a la masa como a la energía, la fuerza aparece como una entidad que actualiza la energía que posee la masa para producir algún tipo de relación causal.

En el caso de la carga eléctrica, que ocurre en la escala más fundamental de todas, la de las partículas subatómicas fundamentales, la fuerza (electromagnética) produce el cambio a través de un intercambio de partículas con niveles cuánticos de energía. Una partícula subatómica es emitida por la causa, y el efecto que se opera es la estructuración de otra partícula. Si la partícula estructurada es más compleja, se produce absorción de partículas con energía (fotones, electrones o positrones) o también conversión de energía en masa; a la inversa, si se opera la desintegración de una partícula, se emiten partículas energéticas más simples o se convierte masa en energía.

Lo que puede concluirse de lo anterior es que la energía no es una capacidad indiferenciada y amorfa que posee un cuerpo, sino que es un germen que puede transformarse en masa y carga eléctrica o ser usada por la masa o la carga eléctrica de manera tan distintiva que llega a poseer un comportamiento absolutamente determinado, y de este comportamiento se pueden reconocer leyes naturales. Desde el mismo comienzo del universo la energía se ha condensado en determinadas partículas fundamentales distintivas, siendo las pertenecientes a cada tipo idénticas entre sí y funcionando del mismo modo. Adicionalmente, éstas han podido interactuar e interactúan de modo absolutamente determinado en su propia escala y pueden estructurar cosas en escalas superiores también de modo determinado. Esto resulta evidente en cosas de escalas primitivas, como partículas subatómicas, átomos y moléculas. La complejidad de las estructuras de escalas superiores opaca este hecho de una funcionalidad específica y determinada, pero posible de conocer, hecho que resulta fácil de reconocer en, por ejemplo, automóviles del mismo modelo e incluso en organismos vivos con la misma dotación genética, como individuos gemelos.


Fuerzas forzadas


Fuerzas fundamentales

Las partículas de la estructura subatómica explican (o son explicadas por) los tipos de fuerzas básicas descubiertas (o postuladas) hasta ahora por la ciencia y que vemos operar en nuestro universo. Hasta ahora se habrían encontrado cuatro tipos distintos de fuerza en la interacción de las partículas subatómicas: la gravitacional, la electromagnética (Faraday dedujo que las ondas luminosas no son sino ondas electromagnéticas), la nuclear débil que es causante de la desintegración radiactiva, y la nuclear fuerte o corta que, como la anterior, también actúa dentro del núcleo atómico, pero para mantener a los protones y neutrones unidos. La fuerza gravitatoria y la fuerza electromagnética se dejan sentir a gran distancia. La fuerza nuclear y la fuerza débil son, a la inversa, fuerzas de corto alcance y sólo entran en acción cuando las partículas se integran. Las cuatro fuerzas poseen intensidades muy distintas. Si la intensidad de la fuerza de gravedad se especifica como uno, la de la fuerza nuclear fuerte vale 1038, la intensidad de la fuerza electromagnética es 1036, y la de la fuerza débil equivale a 1025.

Las fuerzas son los agentes estructuradores del universo. A muy gran escala, es la gravedad la que actúa. A escala más pequeña, la fuerza electromagnética suelda los átomos y las moléculas. En dimensiones aún más restringidas, la fuerza nuclear cambia el color de los quarks y, por consiguiente, los fija a los nucleones y agrupa a éstos en núcleos. La fuerza débil cambia los electrones en neutrinos y viceversa. Modifica igualmente el “sabor” de los quarks: los quarks u en quarks d, etc. Es posible (y hasta probable) que existan otros tipos de fuerzas más. Ciertamente no nos son conocidas porque no tenemos ninguna evidencia empírica de ellas, lo que no sería extraordinario considerando que los aceleradores existentes de partículas no son tan poderosos como para conocer aún la estructura fundamental. Sospecho que faltaría por conocer la fuerza que una la carga eléctrica con la partícula fundamental de la masa.

Además, se supone que las interacciones entre partículas en las escalas más pequeñas tienen lugar por el intercambio de ciertas partículas y éstas se afectan entre sí cuando se encuentran dentro del campo de influencia mutuo. Éste sería el caso de los quarks, los cuales se combinarían entre sí gracias al gluón, partícula postulada que no tendría masa ni carga eléctrica, pero que sería capaz de mantenerlos firmemente unidos para conformar estructuras subnucleares mayores, como los hadrones.

Otra partícula similar al gluón que ha sido postulada, que no ha sido encontrada en la cámara de burbujas, pero que explicaría la fuerza gravitacional, satisfaciendo otra función fundamental, es el gravitón, el cual tendría únicamente masa, supuestamente en forma cuántica, y que la fuerza gravitacional ocurriría por el intercambio de estas partículas entre los cuerpos. Sospecho asimismo que esta partícula no tendría existencia, habida cuenta que la gravedad sería una de las dos funciones que posee la masa, siendo la otra la inercia, y que la gravedad se explicaría gracias a la expansión del universo a causa de que la masa que fue disparada radialmente a la velocidad de la luz a partir del big bang (ver http://unihum1metrocosmos.blogspot.com o el próximo capítulo).  

Sin embargo, es muy probable que el bosón de Higgs tenga existencia real, aunque no haya podido ser detectado aún en el Colisionador de Hadrones del CERN por requerir aún más energía hasta conseguir que aparezca esta ínfima pero fundamental partícula masiva. Y así restaría, por último, encontrar una fuerza para explicar la unión entre una carga eléctrica y la pequeña cantidad de masa del bosón de Higgs.

Aquí es pertinente sugerir que tanto la fuerza nuclear fuerte y la nuclear débil como también las otras fuerzas que podrían estar actuando en las escalas más fundamentales no requieren continuamente energía para actuar, de la misma manera que un cerrojo no requiere energía adicional para mantener una puerta cerrada más allá del acto de actuarlo para cerrarla. Asimismo, la fuerza que uniría una carga eléctrica con una cantidad de masa para conformar un electrón o un positrón, o también el mismo gluón mencionado más arriba, no requeriría consumir energía permanentemente. En cambio, la fuerza gravitacional y la fuerza electromagnética requieren constantemente de energía para poder actuar, aunque el puro mantenimiento del respectivo campo no la necesite. En este caso, estas dos últimas fuerzas son esencialmente distintas de las restantes.

Es pertinente sugerir también que únicamente las fuerzas gravitacional y electromagnética, a causa de sus características para generar campos espaciales de alcance infinito, son relevantes en la estructuración de la materia en escalas superiores. Por el contrario, debido al corto alcance, las fuerzas débil y corta tienen influencia sólo dentro del núcleo atómico y no son, por lo tanto, significativas en la progresiva estructuración de las cosas una vez conformado el núcleo atómico.

En fin, es pertinente sugerir que una partícula fundamental es una estructura cuya existencia surge directamente de la condensación de la energía, mediatizándola y siendo su objeto ejercer alguna de las distintas funciones fundamentales. “Función” debe entenderse como la capacidad para ser parte de una relación causal, ya sea como causa o como efecto. Así, pues, una partícula fundamental se caracteriza porque tiene una funcionalidad fundamental que permite a su poseedor (una partícula subatómica, o un componente de ésta) una capacidad para interactuar con otras partículas similares. El conjunto de las funciones fundamentales constituye la base para toda la estructuración existente en el universo, y su conocimiento no se agota aplicando únicamente las mecánicas de Newton y Einstein.

Casi todas las partículas subatómicas tienen masa. La masa es la propiedad de la materia para ejercer fuerza gravitacional e inercia. Asimismo, muchas de las partículas tienen carga eléctrica. La carga eléctrica es la propiedad de la materia para ejercer fuerza electromagnética, ya sea para unir o para repeler.

El centro de gravedad de un cuerpo es el punto de equilibrio del conjunto de puntos espaciales, origen de fuerzas gravitacionales individuales, que contiene dicho cuerpo, y su masa resulta de la sumatoria de las partículas masivas individuales. Asimismo, la carga eléctrica de un cuerpo es la sumatoria de cargas positivas y negativas de los puntos espaciales originarios de cargas eléctricas individuales que contiene dicho cuerpo. Esta sumatoria genera un cuerpo eléctricamente neutro. Los viajes espaciales podrían estar demostrando que el equilibrio de cargas eléctricas contrarias es similar entre los distintos cuerpos del espacio, pues no se ha medido descargas eléctricas entre un cuerpo viajero que llegue a posarse en otro.

Podemos comprender la diversidad de funciones, derivadas de las fuerzas fundamentales, de una partícula subatómica que contenga las distintas partículas fundamentales como sus unidades discretas con el siguiente ejemplo: para ser efectivo, un cañón de ciclotrón debe disparar un protón, que es una partícula que posee en primer lugar la fuerza nuclear fuerte, la cual le permitirá interactuar con la partícula del blanco, que también debe poseerla; además, deberá poseer la fuerza gravitacional que le permitirá adquirir mayor masa con el aumento de la velocidad que le imprima el acelerador de partículas, e igualmente la partícula del blanco deberá poseer tal función; por último, deberá poseer la fuerza electromagnética que permitirá al acelerador de partículas precisamente acelerarla mediante fuerzas electromagnéticas. La colisión que llega a producirse entre ambas partículas las desintegra y las huellas de sus componentes son detectadas en la cámara de burbujas, aunque con toda probabilidad lo que se llega a detectar con los actuales aceleradores no son sus componentes fundamentales, sino partes que ya han sido estructuradas en escalas mayores.

Campos unidos

Tanto la fuerza electromagnética como la gravitacional se extienden desde una fuente de origen, donde se encuentra la partícula en cuestión, y generan un “campo”. En teoría éste permea el universo entero. La velocidad de recorrido por dicho campo es la de la luz, de modo que quienes transiten por éste están sujetos a los principios de la teoría especial de la relatividad. Tanto el campo de fuerza electromagnético como el gravitatorio decrecen con el cuadrado de la distancia y se extienden al infinito. El campo gravitatorio es extraordinariamente más débil que el electromagnético. Se calcula que sólo 100.000 electrones reunidos en un punto ejercerían la misma fuerza que toda la masa existente en la Tierra. Además, el campo electromagnético resulta en una atracción entre dos polos de distinto signo y en una repulsión entre dos polos del mismo signo. Por el contrario, el campo gravitatorio produce únicamente fuerza de atracción. Así, cualquier cuerpo que posea masa atrae y es atraído por cualquier otro cuerpo que posea masa.

Desde que emergieron las teorías cuántica y de la relatividad, cada una postulando un campo de fuerza distinto, surgió también el esfuerzo por la unificación de los campos. Así, después de enunciar la teoría de la relatividad, Einstein dedicó su vida posterior a la tarea de unificar teóricamente los distintos campos que generan las fuerzas fundamentales del universo. Quería conseguir una gran teoría que contuviera un sistema de leyes que interpretaran las teorías de la mecánica cuántica y de la relatividad como una sola, y, de paso, llegar a la comprensión de la unidad del universo. Para él este propósito era necesario, en parte porque no podía concebir que la indeterminación, producto de la mecánica cuántica, estuviera precisamente en la causalidad. Pero, como se sabe, Einstein nunca consiguió llegar a una teoría unificada. Es de concluir que no pudo hacerlo porque no aceptó que la causalidad dentro de una misma escala no fuera determinista. Simplemente no aceptó el indeterminismo propio de la mecánica cuántica.

En la actualidad, muchos suponen que el problema de la unificación de las fuerzas fundamentales es de absoluta relevancia en el campo de estudio de la ciencia. En este intento Weinberg, Glashow y Salam, ganadores del premio Nobel de Física, en 1979, sugirieron que la fuerza nuclear débil podría ser parte de la fuerza electromagnética, llegando a establecer el Modelo Estándar que describe la fuerza unificada que ha recibido el nombre de electrodébil. Algunos científicos empeñados en esta senda intentan buscar la unidad de las fuerzas y sus campos en el fotón, aquella única partícula que posee sólo energía y nada de masa. Así, exceptuando la gravitacional, las otras tres fuerzas conocidas habrían sido unificadas teóricamente en torno a la mecánica cuántica y, en último término, al fotón, dando origen a la Gran Teoría Unificada que persigue describir la unificación de las fuerzas electromagnética, fuerte y electrodébil.

Otros científicos han postulado una sofisticada y compleja teoría de cuerdas y membranas que tiene nada menos que once dimensiones espacio-temporales como camino hacia la teoría unificadora de las cuatro supuestas fuerzas fundamentales. Estas diversas formas geométricas que tienen un mismo origen explicarían supuestamente las distintas estructuras que generan las fuerzas fundamentales, en persecución de la Teoría del Todo que intenta producir una teoría en la que las cuatro fuerzas se hallan unificadas. También para algunos científicos es posible que estas cuatro fuerzas definidas hasta ahora no sean exactamente las únicas, sino que, además, en la fuerza electromagnética se podrían distinguir una fuerza que dé cuenta de la carga eléctrica y otra que dé cuenta de la onda.

Al parecer, a pesar de enormes esfuerzos realizados por los principales científicos del mundo, ninguna teoría ha surgido con el peso de la mecánica cuántica o de la relatividad que pueda dar cuenta del origen común de las cuatro fuerzas del universo. Sin embargo, la empresa que Einstein se había propuesto es absolutamente necesaria para llegar a comprender los fundamentos del universo. El problema que quería resolver se puede expresar de la siguiente manera: ¿cómo ocurre la condensación de la energía primigenia para que surjan precisamente cuatro fuerzas fundamentales distintas (y probablemente otras fuerzas adicionales) que gobiernen la totalidad del universo? Primero debe aparecer una teoría coherente que explique el mecanismo de la gravitación universal, y segundo debe explicarse cómo se une la carga eléctrica a la masa.

Partículas mediadoras

A modo de entrar en el tema de una gran teoría unificadora de fuerzas se puede decir que si concebimos que las partículas fundamentales no son únicamente materia condensada a partir de energía, sino que éstas son principalmente mediadoras de la energía, constituyéndose en causas y efectos, habremos dado un importante paso conceptual. Desde este punto de vista, las partículas fundamentales, componentes de las partículas nucleares y subatómicas, pueden ser entendidas como especificadores de la energía primigenia para ejercer las fuerzas fundamentales por las cuales ellas interactúan en relaciones de causa-efecto. De este modo, la fuerza gravitacional estaría dependiendo de la masa de las partículas fundamentales; la fuerza electromagnética haría lo propio de la carga eléctrica que posean éstas, y las fuerzas nucleares débil y fuerte dependerían de propiedades específicas de ciertas partículas, o relaciones de partículas del núcleo atómico. Lo anterior nos conduce a la idea de que la mediación de la energía permitiría a las partículas fundamentales ser funcionales a través del ejercicio de las fuerzas fundamentales, lo cual les permitiría estructurarse en sistemas cada vez más complejos y en escalas cada vez mayores.

La unidad de un universo determinista que Einstein buscaba en la unidad de los distintos campos de fuerza sería un camino incorrecto, pues anula la explicación que por justamente la diferenciación de estos cuatro distintos campos el universo posee la complejidad y la exuberancia propias de estructuraciones a escalas cada vez más complejas y funcionales.

No deja de llamar la atención que tres de las principales teorías de la física se desarrollaron en torno al fotón. Éstas, que se basaron ya sea en la velocidad o en la energía del fotón, son: la teoría del electromagnetismo de Maxwell, que describe la fuerza electromagnética, de la cual el fotón es la unidad de la radiación (aunque no de las fuerzas que actúan entre partículas cargadas eléctricamente, o entre imanes); la teoría de la relatividad de Einstein, que surgió a partir del hecho de que la velocidad del fotón es constante y máxima, y la teoría cuántica, que nació del hecho de que la energía del fotón es discreta.

Sin embargo, si bien la física contemporánea ha surgido principalmente del estu­dio de la luz, la diversidad de fuerzas que son explicadas por otras tantas teorías no debiera obligarnos a unificarlas en torno al fotón, la unidad fundamental de la luz. Otras partículas distintas al fotón podrían ser también fundamentales para explicar las fuerzas, en especial la gravitacional, que se explica por la masa. Tampoco se puede concluir en forma reduccionista que, siendo el fotón una unidad fundamental de energía, sea igualmente el constituyente de toda energía y esté consecuentemente presente en toda manifestación de energía. Por otra parte, otras fuerzas podrían ser posiblemente descubiertas y sus orígenes podrían ser trazados también a otras partículas fundamentales. En cambio, la unidad del universo proviene del hecho de que las cosas que contiene son estructuras funcionales que están compuestas por un conjunto muy particular y funcional de partículas fundamentales, las cuales tuvieron un origen común en la energía primigenia surgida con el big bang.

Teoría de las partículas fundamentales

Sugiero que si se quiere proponer una teoría general de la partícula fundamental habría que concebirla, aunque nos sea imposible de imaginar, como un punto que crea su propio espacio-tiempo (campo) de interacción, siendo centro y origen de al menos una (o quizás más) de las fuerzas fundamentales. Al ejercer las fuerzas que le permiten interactuar con otras partículas fundamentales, en la escala estructural fundamental, cada partícula adquiere características cuánticas que dependen del tipo de fuerzas que ejerce. Si la fuerza que ejerce es del tipo gravitacional, su comportamiento resulta ser de masa y su alcance infinito. Si es del tipo electromagnético, su comportamiento resulta ser de carga eléctrica y también su alcance resulta ser infinito, y si dos partículas de carga contraria coinciden en un punto espacial a causa de una colisión que anule las respectivas fuerzas nucleares fuertes, desaparecen ambas, pero produciendo probablemente uno o más puntos espaciales con dimensión mínima, fuentes de las fuerzas que existían antes de la colisión, pero ahora sin carga eléctrica. Si la fuerza originada por la partícula es del tipo fuerte, su corto alcance determina tanto su alcance como su volumen, siendo este último el tamaño mínimo que puede tener una partícula subatómica que la contenga.

Incidentalmente, como ya muchos han anotado, lo que desde esta perspectiva debiera llamarnos la atención es que toda esta materialidad y solidez que sentimos en las cosas al tocarlas y golpearlas, sea una piedra o un pedazo de hierro, en su fundamento hay muy poco de lo que nos parece sólido. Principalmente se trata de una o más fuerzas fundamentales que tienen origen en puntos espaciales de dimensión cuántica que se mueven entre sí. Sin duda, un gran avance de la investigación científica sería la forma cómo se producen las partículas dimensionales para determinar centros espacio-temporales, el modo cómo se constituyen éstas en centros de una de las fuerzas fundamentales a partir de la energía primigenia desencadenada por el big bang y la manera cómo integran las partículas fundamentales en las partículas subatómicas a partir de las escalas más pequeñas.

De lo anterior, se puede sugerir lo siguiente: las partículas fundamentales son sorprendentemente las cuatro fuerzas fundamentales (se podría agregar al menos una quinta fuerza que respondería a la unión de masa y carga eléctrica). Este enunciado, que parece una locura, tiene no obstante una sensata explicación. Podemos partir con la idea de que una partícula fundamental contiene o es una cantidad de energía muy determinada, es decir, un cuanto de energía. En segundo lugar, una partícula fundamental es la concentración de esta energía en un punto sin dimensión alguna, pues la energía no ocupa espacio; sería por tanto inútil intentar descubrir una partícula fundamental en la cámara de burbujas. En tercer término, una partícula fundamental tiene la función de transformar la energía en una de las fuerzas fundamentales, lo que realiza de manera cuántica. En cuarto lugar, una partícula fundamental representa una cantidad de energía muy determinada y posee un modo muy específico de funcionar que la caracteriza como una de las cuatro fuerzas fundamentales; en consecuencia, las fuerzas fundamentales son los modos particulares que tiene la energía para manifestarse en la escala fundamental.

La concentración de energía para ejercer fuerza y funcionar como masa –gravitación e inercia– obedece a las reglas de la relatividad especial de Einstein. La concentración de un cuanto de masa en un punto adimensional puede tener un valor energético enorme respecto a otro si se desplaza del otro a la velocidad de la luz, según la famosa fórmula E = m c².

Es necesaria la concurrencia de dos o más partículas fundamentales para una interacción, y posiblemente es necesaria la existencia de sólo una partícula fundamental para que eduzca una distinta –una hija de otra naturaleza– y pueda de este modo relacionarse. Por ejemplo, la concurrencia de una partícula fundamental masa y de una partícula fundamental carga eléctrica negativa educen la partícula fundamental nuclear fuerte o corta y producen un electrón, que viene a ser una partícula en una escala superior. La interacción de dos o más partículas fundamentales genera una estructura fundamental, que sería la estructura de la escala más fundamental e inferior de todas las posibles.

Una partícula fundamental es en sí misma adimensional. La dimensión y, por tanto, el espacio se generan o existen por la interacción –la relación causal– entre dos o más partículas fundamentales distintas. El espacio generado es la distancia que media entre dos partículas que interactúan. Una distancia menor a ésta no puede tener existencia. El tiempo tiene también un intervalo mínimo que es marcado por una oscilación cuántica, un spin, un ciclo o una longitud de onda. Esto desvirtuaría de paso el continuum espacio-temporal de Einstein.

Resulta necesario reformular la idea tradicional de campo. El campo no es un espacio-tiempo preexistente donde los cuerpos y los corpúsculos interactúan. Por campo debe entenderse la predicción o el establecimiento de las reglas de comportamiento espacio-temporales de la relación causa-efecto entre dos cargas eléctricas o entre dos partículas masivas. Cuando dos cargas eléctricas o dos partículas masivas interactúan generan un espacio-tiempo según un patrón determinado. La totalidad de espacio-tiempos generados por la interacción de todas las partículas eléctricas y masivas es el espacio-tiempo que experimentamos. La unidad del espacio-tiempo observado proviene del origen común de la materia y de la energía en el big-bang.


Espacio-tiempo cuántico


Teoría de lo fundamental

Nosotros tendemos a concebir el espacio-tiempo como un continuo anterior a las cosas. Suponemos que si quitáramos las cosas del entorno, subsistiría un espacio-tiempo vacío y sin movimiento de objetos. Tendemos a pensar que el espacio-tiempo está subyacente al devenir y es eterno o, al menos, tuvo su comienzo con el big bang. Sin embargo, esta noción del espacio-tiempo no es real. El espacio-tiempo no es preexistente a las cosas. No tiene existencia propia e independiente. No hay espacio vacío ni tiempo absoluto. Menos aún, de la concentración de espacio no se obtiene tiempo. Tampoco el tiempo se puede convertir en masa. La base para la existencia del espacio-tiempo es la actividad de la energía a través de la causalidad específica de la materia. La materia no es inerte, sino que es altamente funcional, y el espacio-tiempo no es el medio para la actividad de la materia, sino que es el producto de esta actividad.

El espacio es la distancia que media entre una causa y su efecto, y el tiempo es la duración que en la relación causal la causa tiene para actualizarse en el efecto. Desde luego, la velocidad de la luz es el modo más rápido que tiene la materia de trasmitir energía en cualquier relación causal. De manera que la realidad no consiste en un espacio-tiempo ocupado por determinadas concentraciones de materia, quedando su mayor parte completamente vacío. Primeramente, todo lo fundamental de lo existente en el universo se presenta en dos estados, como materia (masa y carga eléctrica) y como energía, siendo ambos estados interconvertibles. Segundo, la energía no existe por sí misma, sino como materia en sí y como una propiedad de la misma, en otras palabras, necesita un sujeto material para su existencia. Por último, la velocidad es lo que media entre materia y energía. En consecuencia, lo fundamental es, como ya se expresó más arriba, la energía, la masa, la carga eléctrica y la velocidad.

Para comprender esta teoría debemos primero aceptar que la existencia del espacio-tiempo no es anterior a la existencia de la condensación de la energía en masa y carga eléctrica y su posterior estructuración. Es precisamente esta estructuración la que hace posible el espacio-tiempo. En el principio del universo sólo existió una energía infinita contenida en un no espacio-tiempo. Con el big bang, sólo cuando la energía primigenia comenzó a condensarse y a estructurarse, fue posible tanto la expansión del universo como el espacio-tiempo. La razón es que sólo cuando la materia comenzó a interactuar transfiriendo energía, ella creó el espacio-tiempo.

El espacio-tiempo es una propiedad de la materia que le permite ser funcional y no tiene existencia independiente de las partículas fundamentales. La misma funcionalidad de las unidades de materia genera su propio espacio-tiempo que permite a dichas unidades interactuar entre sí. El conjunto de espacio-tiempos particulares de las casi infinitas unidades de materia origina el espacio-tiempo que percibimos como un todo.

Origen del campo

El problema de considerar el espacio-tiempo como preexistente a la materia y la energía proviene de la concepción que se tiene habitualmente del campo. De este modo, el campo no es realmente el espacio influenciado por la materia, sino que es el espacio donde la partícula puede relacionarse causalmente con otra partícula, o, mejor aún, es el espacio creado por dos partículas a través de su interrelación. Dos partículas no se relacionan mutuamente de cualquier modo, sino que lo hacen según parámetros espacio-temporales muy determinados que surgen de la funcionalidad específica de ellas. En esta relación de causalidad ambas partículas crean su propio espacio-tiempo.

Sólo las fuerzas que originan un campo crean un espacio-tiempo. Esto es, el campo originado es precisamente el espacio-tiempo generado. El campo es una función de cada partícula masiva y de cada carga eléctrica, y no del espacio-tiempo donde las oscilaciones en este continuo se podrían interpretar como partículas o cargas. El campo no preexiste a la partícula (de masa o carga eléctrica), sino que es su creación cuando interactúa con otra partícula, corpúsculo o cuerpo. Más precisamente, el campo es el espacio-tiempo creado por dos partículas dentro del cual tienen la posibilidad de interactuar. En consecuencia, cuando se habla de campo, no es propio referirlo a una partícula, sino que a la acción mutua de dos partículas. Como fue anotado más arriba, el campo predice el comportamiento de la causalidad entre dos partículas. No obstante, por simplicidad, se puede definir el campo desde el punto de vista de una partícula y suponer que es el espacio al que logra influenciar para transferir o recepcionar energía.

En el caso de la masa, dos cuerpos o corpúsculos afectados por el campo mutuo que generan pueden moverse al encuentro uno de otro, o alejarse entre sí, según sea su propia naturaleza, y además lo harán con una aceleración que depende de la masa y la distancia entre ambos. En el caso de la carga eléctrica, ellos interactúan mediante la emisión y captación de radiación electromagnética y también mediante la inducción eléctrica. Estas aceleraciones y radiaciones son producidas por fuerzas, por lo cual se habla de campos de fuerza. Los campos de fuerza tienen siempre su origen en puntos espaciales que crean las partículas debido a sus interacciones, no existen en ausencia de éstas y se validan por la presencia de al menos otro cuerpo o corpúsculo. Existen tantos campos de fuerzas como existen puntos de origen.

Ciertamente, una interacción entre dos partículas fundamentales genera un espacio-tiempo limitado a la misma. Pero el universo contiene un infinito de interacciones, producto del sinnúmero de cuerpos y corpúsculos en sus diversas escalas de estructuración. La estructura de éstos produce el espacio-tiempo que experimentamos y que concebimos como preexistente a la interacción. Las unidades discretas del espacio-tiempo estructurado como un todo son los espacio-tiempos generados por el sinnúmero de partículas fundamentales. La unidad del espacio-tiempo proviene de que los componentes de la materia condensada son altamente funcionales para interactuar y se comportan según pautas (las leyes naturales) muy rígidas y definidas, pues tienen el mismo origen primigenio. Por ejemplo, todo fotón viaja a una velocidad constante, posee una muy determinada dosis de energía que está relacionada con su longitud de onda y su frecuencia y, dependiendo de éstas, puede interactuar con el manto electrónico de cualquier átomo; por su parte, toda unidad de masa ejerce una muy determinada fuerza de gravedad y requiere de una fuerza muy determinada para cambiar de una trayectoria a otra. También la unidad del espacio-tiempo proviene del hecho, que veremos en el próximo capítulo, de que los campos de fuerzas distintas (gravitacional y electromagnéticos) son equivalentes.

Límites mínimos

Hemos visto que el espacio-tiempo es producto de la funcionalidad de la materia para transferir energía. Pero esta capacidad de la materia para relacionarse causalmente tiene un límite inferior. Se puede establecer que todo el extraño comportamiento de los fenómenos de la mecánica cuántica, que rompen con todas las leyes continuas y deterministas de la mecánica clásica y de la relatividad, se debe a que la energía se actualiza y se materializa a partir de una escala que, aunque muy pequeña, es muy determinada en su dimensión de alrededor de 1 cm x 10-22, y que es precisamente la dimensión cuántica. Si Einstein no aceptó el indeterminismo de la mecánica cuántica, tampoco él y los seguidores de su teoría general han aceptado que la continuidad del universo sólo comienza a partir de una escala determinada de dimensión cuántica.

La física contemporánea se encuentra enredada al considerar al espacio-tiempo como separado de la realidad de las estructuras y las fuerzas fundamentales. Por el contrario, sugiero que la geometría comienza a surgir en la escala de las partículas fundamentales y no a partir de una dimensión de magnitud cero. Así, pues, no existe en la realidad el punto definido como una magnitud sin dimensión, y las líneas reales tienen una sección mínima igual a la dimensión cuántica. Lo demás es abstracción mental. El continuo espacio-tiempo no tiene existencia en dimensiones menores que el tamaño de las partículas fundamentales, las que tienen la dimensión cuántica. Así, pues, no hay espacio-tiempo infinitesimal ni preexistente. El espacio-tiempo no es, en consecuencia, continuo, sino que es cuántico.

De este modo, la presente teoría, que la llamaré del espacio-tiempo cuántico, llega a explicar la dualidad onda-partícula, el problema del gato de Schrödinger, el teorema de Bell acerca de la respuesta instantánea a cambios de polaridad entre dos partículas fundamentales cargadas eléctricamente con signos opuestos, aunque ambas estén separadas espacialmente, el fenómeno de la dualidad de lugares para una misma partícula enfriada y tantos otros fenómenos observados en esta pequeña escala cuántica.

Resulta que el estado de superposición, en el que una partícula puede existir o no, es precisamente el límite crítico entre la energía y su condensación en partícula fundamental. Se ha observado experimentalmente que en dicho límite los electrones pueden ocupar simultáneamente varios niveles de energía y de órbitas correspondientes. También que un fotón, después de pasar por un divisor de rayo, aparece atravesando dos caminos al mismo tiempo. De manera que bajo el límite impuesto por la constante universal de Planck se da la superposición y se puede esperar que ocurran cosas que rompen con los postulados más sólidos de la física clásica. Lo que estos experimentos señalan es que por debajo del mencionado límite, cuando la energía está en transformación para estructurar una partícula fundamental, se violan las leyes de la naturaleza que operan por sobre dicho límite.

Sistema de referencias

En este punto de la exposición entramos en el problema de la existencia o no de un sistema de referencia absoluto para las relaciones espacio-temporales entre los sucesos. Ya la teoría especial de la relatividad demostró la imposibilidad de dicho tipo de sistema cuando estableció que todos los sistemas inerciales son equivalentes. En las interacciones de los cuerpos y corpúsculos la contracción de los cuerpos y la dilatación de las longitudes son recíprocas. Pero si esta equivalencia es válida en la escala de las interacciones particulares, la negación de un sistema de referencia absoluto para la escala del universo como un todo no puede sustentarse.

En el caso de la teoría general de la relatividad, donde la gravitación es sustituida por sistemas de referencia particulares de carácter acelerado y donde la masa modifica la estructura geométrica del espacio y el ritmo del transcurrir del tiempo, la misma demanda la unidad de los campos de fuerza para que las interacciones puedan ser ejercidas en el mismo referente espacio-temporal. Pero esta necesidad no está sino subrayando el carácter absoluto para dicho referente. De este modo, la teoría general está concibiendo en forma tácita el espacio-tiempo como una existencia preexistente a la presencia de cuerpos masivos. Esto quiere decir que el concepto de que la presencia de centros masivos altera la estructura y el ritmo del espacio-tiempo supone su propia preexistencia. En consecuencia, el espacio-tiempo se identifica con un tácito sistema de referencia absoluto. Lo anterior se explica porque en la época cuando Einstein formuló su teoría general, el universo parecía ser bastante estático. Además, si nos remitimos a su teoría especial, donde todos los sistemas inerciales son equivalentes, basta la existencia previa de campos de fuerza autónomos para determinar las relaciones espacio-temporales de las interacciones.

En la teoría del espacio-tiempo cuántico el espacio-tiempo es naturalmente posterior a la existencia de la materia. Sin embargo, para que todos los cuerpos puedan existir en un allí y ahora propio, centro de causas y efectos, y relacionados entre sí, se requiere de un sistema de referencia absoluto de escala universal que garantice la inviolabilidad de ocupación espacio-temporal de los distintos cuerpos y también su funcionalidad. Lo absoluto de este sistema de referencia está constituido por dos elementos: 1. el big bang como origen del universo; 2, el tiempo presente de cada cuerpo o corpúsculo particular. Estos dos elementos serán analizados en el próximo capítulo. Un sistema como el enunciado permite que todo cuerpo ocupe un lugar distintivo del espacio y actualice en el presente las causas y los efectos. De este modo, el espacio separa una causa de un efecto y el tiempo corresponde a la duración que tiene la causa para actualizarse en un efecto.

Estructura-fuerza

En la estructuración de las cosas, aparece la estructura y la fuerza como las dos caras de la misma cosa y que surgen respectivamente a partir de la organización de la materia y de la actualización de la energía. La estructura desarrolla el espacio y la fuerza el tiempo. El universo no es el espacio-tiempo donde juega la fuerza y la estructura, sino que el juego mismo es el espacio-tiempo desarrollado por la fuerza y la estructura. Por su gran funcionalidad las partículas fundamentales están ávidas para interactuar, para ser causas y efectos. Cuando dos de ellas interactúan dentro del campo que generan, producen un espacio o una distancia para relacionarse. La fuerza desarrollada para el intercambio energético toma un tiempo para viajar (al menos a la velocidad de la luz) desde la causa al efecto. La relación producida por estas dos partículas constituye una estructura y éstas pasan a ser sus unidades discretas. Una estructura está compuesta al menos por dos unidades discretas y adquiere una nueva funcionalidad, la que le permite interactuar al menos con otra estructura de su misma escala y constituir una nueva estructura de una escala superior, de la cual las estructuras de la escala inferior, ahora sus subestructuras, pasan a ser sus unidades discretas, y así progresivamente a través de sucesivas escalas de magnitud.

La interacción fuerza-estructura produce la relación causal. La relación entre la estructura causa y la estructura efecto tiene como nexo la fuerza. El resultado de la relación causal es la estructuración de la materia. Esta relación se da entre dos límites. El superior es la velocidad de la luz y el inferior es el número de Planck, que es la dimensión del cuanto de energía. La mecánica cuántica nos dice que el espacio-tiempo tiene una dimensión mínima y la energía se transmite en unidades discretas mínimas. Luego, la conclusión que se impone es que por debajo de la dimensión de la escala cuántica no existe el espacio-tiempo. Por debajo de dicha escala suceden los fenómenos cuánticos de la incertidumbre, de la indeterminación, de la no continuidad, que son propios de la transformación de la energía en estructuras y fuerzas fundamentales. Esta conclusión debiera compatibilizar las teorías de la mecánica cuántica y de la relatividad.

De lo visto, el universo resulta ser una realidad mucho más intrincada de lo que suponía la física clásica. Allí actúan fuerzas que no solamente provienen de puntos espaciales con dimensión y que generan espacios, que llamamos partículas fundamentales, y que en combinación con otras conforman cuerpos que afectan directamente otros cuerpos en espacios materiales creados por las influencias de infinidades de masas y cargas eléctricas, al tener las estructuras extensión en sus propios campos espaciales, sino que las fuerzas surgen también por la conversión de las masas y cargas eléctricas mismas en energía y viceversa. Resulta ser así que la materia condensada y la energía son dos aspectos distintos y complementarios de la materia y específicamente de todos los seres del universo.

A partir de las características de las partículas fundamentales y las fuerzas fundamentales que las acompañan, que explican su funcionalidad fundamental, sería teóricamente posible deducir las estructuras de escalas mayores, como quarks, hadrones, núcleos atómicos, átomos, moléculas y así sucesivamente. Pero, en la medida que la escala aumenta, las estructuras se hacen más complejas y las funciones se vuelven más heterogéneas, hasta llegar a la multiplicidad de posibilidades abiertas a estructuras tan complejas como multifuncionales, como somos, por ejemplo, los seres humanos.


Notas:
Este ensayo, ubicado en http://unihum1b.blogspot.com/,  corresponde al Capítulo 2, “Materia fundamental”, del Libro I, La materia y la energía (ref. http://unihum1.blogspot.com/)